Masaje con piedras calientes
Consiste en la utilización de piedras frías y calientes para masajes corporales profundos. La terapia de la piedras calientes, es una técnica milenaria, practicada simultánea e independientemente en distintas culturas, como ser la cultura hindú, la celta o la araucana, por citar algunas. Combina y potencia los beneficios de la acción sinérgica de la masoterapia, aunque con mayor profundidad que la lograda a través de las manos, la geoterapia, y sus propiedades energizantes y revitalizantes y la termoterapia, con los bondades que proporciona el calor intenso (40 a 60 º C ), y su alternancia con piedras frías ( de 0 a 5 º C, o menos según se indique ).
Para el trabajo, previamente se hervirán las piedras en agua durante 15 minutos, dejándolas reposar hasta que alcancen una temperatura tal que permita su manipulación (para darnos cuenta bastará con poder sostener las piedras en nuestras manos durante 10 segundos ). Primero se realiza un diagnóstico en seco, recorriendo la espalda con dos esferas de ónix, para localizar tensiones, contracturas o anomalias posturales o inflamatorias.
Se inicia un roce de canto ligero por la superficie. Luego de que el cliente se adaptó a la temperatura de las piedras, procedemos a esparcir el aceite vehicular por la superficie a trabajar y también en las mismas piedras al momento de utilizarlas.
Las técnicas utilizadas de la masoterapia serán el amasamiento circular, rítmico, centrípeto y profundo en la zona superior de glúteos medianos, dorsales, y trapecios; fricción ascendente en paravertebrales, fricción ascendente de canto por surcos contiguos a la columna vertebral, fricción de canto debajo de la escápula. Para ello, llevaremos el brazo del paciente hacia atrás, a la altura de la cintura, colocamos una mano debajo del hombro, elevándolo y movilizarlo a fin de separarlo de la espalda, y con la otra deslizamos de canto la piedra por el espacio generado, con maniobras lentas y profundas. Luego amaseremos ambos trapecios, con maniobras circulares y profundas, recorriendo toda su extensión dorsal-cervical. Para trabajar brazos, comenzaremos por amasamiento circular, simultáneamente en trapecio y dorsal del brazo a trabajar, luego alternadamente en deltoides, y al descender recorreremos tríceps y bíceps de manera circular, colocando las piedras en lados opuestos del brazo de manera de producir polaridad entre piedras y el brazo, y de la misma manera en antebrazo.
A medida que concluimos el trabajo en los distintos sectores, vamos dejando las piedras reposar a los costados del sacro, en hilera sobre la columna, debajo de los hombros, en conctacto con deltoides y sobre las palmas de las manos (hacia arriba). Dependiendo de la contextura óseomuscular, podrán dejarse reposar también sobre las escápulas.
De esta manera, el calor y la energía de la piedra continúa actuando de manera progresiva sobre las estructuras más profundas y sutiles de la persona, armonizando cuerpo y alma. Sus beneficios inciden a tres niveles: muscular, nervioso y metabólico. A nivel muscular trabaja no sólo músculos, sino tendones ligamentos y por reflejo, distintos órganos del cuerpo. El ejercicio vascular producido por la termoterapia favorece la oxigenación, nutrición y drenaje de los músculos, otorgando vigor y alivio. A nivel del sistema nervioso, encontramos que en el trabajo neuromuscular a nivel periférco logramos participar al sistema nervioso central, produciendo una sensación de relax generalizada. El calor favorece la liberación de endorfinas, responsables de nuestra sensación somática de placer. El frío a su vez, favorece la liberación de histamina, responsable en los procesos analgésicos y antiinflamatorios con los que el propio cuerpo responde. A nivel metabólico, por la acción indirecta de la activación circulatoria y la acción mecánica en los puntos reflejos, lo que opera una estimulación sistémica.
Efecto emocional sutil:
El efecto de las piedras calientes sobre nuestra persona, trasvasa el umbral fisiológico manifiesto.
Para comprender sus beneficios a nivel sutil, debemos entender a la persona como un ser mecánico cuántico, de estructuras más profundas que las físicas, en la que cuerpo y mente, no sólo componen una unidad, sino que resultan intercambiables, en tanto materia y energía los son en este nivel.
Es en este plano donde la energía responsable de las fuertes y sólidas uniones moleculares del mineral, reestablecen nuestras conexiones sutiles con nosotros mismos y el entorno, como parte de un todo. Las piedras resultan un excelente recurso para recuperar el lazo sutil entre cuerpo y alma, y el universo al que como unidad pertenece.
Por otro lado, la carga simbólica de la piedra, lo que ella nos significa como elemento fascinante, primario, ancestral, imperecedero y continente, se hace contundente en nuestro vínculo y contacto con ella, poder al que nos subsumimos, transformando la experiencia en vital y trascendente.